Durante el último lustro del Siglo XX y lo que llevamos de Siglo XXI, ha habido una expansión enorme en el campo de las telecomunicaciones y las nuevas tecnologías como no se había dado jamás. En unos veinte o veinticinco años hemos tenido un salto importantísimo en el desarrollo este tipo de tecnologías, que por un lado nos han beneficiado y llevado a un importante desarrollo social e intelectual, pero que por otra parte nos ha dañado también en algunas cosas más de lo que pueda parecer en principio.
En muy poco tiempo hemos pasado de tener un teléfono fijo en casa, el cual daba muy poca información sobre nada, y fallaba más de lo que hubiéramos deseado, que compartían todos los miembros de la familia, a primero tener un teléfono móvil los más avanzados, luego los interesados medianamente y luego casi todos menos los más resistentes, los cuales han acabado cayendo. Pero incluso no sólo tenemos uno, sino que tenemos dos, uno para el trabajo y otro para lo particular y hasta los hay que tienen tres que por diferentes motivos y razones se les hace imprescindibles.
Con los ordenadores e Internet ha pasado lo mismo, de tener un pequeño ordenador que era reservado algunos privilegiados en el trabajo o en casa, no digamos ya los portátiles, que eran algo que sólo poseían los ejecutivos de cierta altura, se ha pasado a que haya como poco ordenador de torre y portátil en la mayoría de las casas y acceso a Internet desde distintos dispositivos.
Pero ahora, desde hace bastante poco tiempo, aunque parece que ha pasado ya mucho desde que dejamos atrás nuestro último teléfono móvil, casi todo el mundo tiene uno con acceso a Internet: el smartphone, que es lo último e indispensable, lo que uno ha de tener de manera obligatoria si no quiere ser criticado y censurado por tener algo tan viejo y obsoleto, ya que el que tiene es de al menos dos años, y por supuesto este ha de tener todas las aplicaciones. Además, si se puede, cómo no tener también una tablet, porque si no se nos quedan cortos los dispositivos con los que navegar en Internet y poderlo hacer de esta forma en casa o en el campo o en la calle con algo de tan reducido tamaño pero que se ve no como el teléfono con el que uno tiene que desojarse.
Por qué ha ocurrido este fenómeno y qué efectos está produciendo, en los individuos es lo que intentaremos explicar desde la perspectiva de la Inteligencia Real Aplicada.
El ser humano tiene en su programa genético la necesidad de comunicarse, lo hemos hecho siempre que hemos podido y de la mejor manera que hemos sabido. El avance tecnológico de estas ciencias ha hecho que surgiera una explosión de información en diferentes dispositivos: smartphones, ordenadores, portátiles, tablets;y de tipos de comunicación: teléfono, sms, e-mail, chats, skype, whatsapp,… en donde ya no sólo podemos decir o escribir palabras y voz, sino que también podemos recibiry enviar imágenes, presentaciones, vídeos,…lo cual la hace tanto de más utilidad, como mucho más atractiva. Además esta tecnología falla muy poco y tiene una transmisión casi inmediata. Por otra parte, siempre hemos sido curiosos y nos ha gustado ver, curiosear, investigar y la Red nos permite poder hacerlo ofreciéndonos un sinfín de contenidos de todo tipo con que llenar este afán nuestro, lo que es una auténtica revolución lúdica y cultural.
Pero todo lo que tiene ventajas tiene inconvenientes, porque nuestro programa inteligencia no es tan hábil como nos gustaría, y toda esta tecnología nos está dañando al tiempo que nos ayuda y creándonos problemas desde pequeños a muy serios.
Por un lado, éste programa está intentado generalizar lo que obtiene de la tecnologíade la comunicación y la información a la vida en general. Queremos que las cosas sean tan rápidas como en Internet, tan precisas y con tan pocos fallos, y eso es imposible porque no se pueden obtener muchísimas cosas, y menos las importantescon un clic. Ese entrenamiento en la inmediatez y en que los errores sean microscópicos, hace que en la vida en general nos agobiemos, enfademos y frustremos cada vez con más facilidad e intensidad, porque las cosas no son como queremos, es decir; en nada de tiempo, y encima fallan y no salen con mucha más frecuencia de lo que nos gustaría, porque los temas vitales son más complejos, menos previsibles y manejables que lo tecnológico. Sin embargo, la inteligencia generaliza este aprendizaje que hemos desarrollado con una tasa muy alta de refuerzo positivo y con un minúsculo número de fallos, lo cual nos está haciendo flaco favor, ya que cada vez somos más vulnerables en la vida en general, cada vez demoramos peor la obtención no inmediata de cosas y el no conseguirlas, o que tarden; nos hace sufrir más, pero no sólo esto, sino que además apreciamos menoslo que sale bien tanto en cantidad como en calidad, y éste es un fácil camino para ser progresivamente más infelices.
Antes, hasta anteayer en nuestra historia inmediata, una carta con un texto y una foto tardaba en llegar al menos unos cuantos días en función de a qué distancia estuvieran las provincias. Ni que decir tiene lo que tardaba de unos países a otros y casi había que olvidarse de que pudiera llegar algún día de si era a otro continente. Por otra parte, el teléfono era carísimo, no había tarifa plana y era intocable salvo para algo grave o contadas ocasiones y siempre en función también de la distancia, y fallaba. No se podían dejar mensajes y por supuesto no era transportable. Los telegramas eran muy caros y también para determinados momentos especiales o drásticos, y tenían que hacérnoslos llegar personalmente a casa desde la oficina que los mandaban y para enviarlos el proceso era igualmente complicado.
En cuanto a la información estaba muy reducida a unas cuantas bibliotecas públicas, con poca o regular cantidad de datos, y a las de las facultades a las cuales un pequeño porcentaje de la población tenía acceso. Además no había tampoco una cantidad ingente de sabiduría y mucho menos que fuera apetecible a nivel sensorial para como tener muchas ganas inmediatas de hincarle el diente.
Pero todo eso nos hacía más pacientes, sabíamos esperar más y ser menos exigentes; las cosas las valorábamos, degustábamos y apreciábamos: la carta de un ser querido, unas fotografías, un mapa, poder hablar con alguien cinco minutos cada dos días, conseguir un libro con tal o cual información,… Todo nos llenaba más, sin embargo ahora, el refuerzo de una conducta, y nuestro programa inteligencia, que no es tan listo como nos quisiéramos, nos están llevando a un pozo sin fondo. No disfrutamos de todo lo que tenemos y nos amargamos por lo que no podemos conseguir, como ciertas cosas de la vida: metas, ilusiones, solución de problemas, etc. con tanta facilidad como con las tecnologías, con lo que convertimos, a nivel general, nuestra existencia en algo muy difícil.
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